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Darío Villanueva: “El diccionario de la RAE no contiene todas las palabras de la Lengua Española”

Se calcula que en la actualidad se hablan en el mundo unos 6.500 idiomas. Algunas de las palabras que usamos para comunicarnos acaban formando parte del diccionario y otras no. Por ejemplo, la palabra selfi entró en el diccionario a finales de 2018. Un idioma no nace un día exacto ni en un lugar concreto, sino que se va desarrollando y construyendo en base a la gente que lo habla. 

 

Sobre lengua hablamos con uno de los filólogos más respetado en España, con Darío Villanueva, catedrático de Teoría de la Literatura y de la Literatura Comparada y director de la Real Academia de la Lengua Española (RAE) entre 2014 y 2019.

Darío Villanueva, director de la RAE en 2014-2019

¿Por qué es importante cuidar y hablar bien una lengua?

 

Es muy importante porque hablar bien significa que cada uno de nosotros se expresa bien, se comunica bien con los demás, transmite lo que siente, lo que quiere, lo que desea, lo cual facilita la comprensión de unos con otros y también facilita conseguir los objetivos de quien habla.

 

Normalmente, cuando hablamos, muchas veces, lo que hacemos es pedir algo y ese algo que pedimos si lo explicamos ien, si lo expresamos bien, es más fácil que se nos conceda por parte de quien nos escucha. Y luego hay otra dimensión que en nuestra sociedad tiene cada vez mayor importancia que es la cuestión de la imagen.

 

Hoy en día, yo creo que siempre, pero hoy en día en especial porque vivimos en una sociedad de medios de comunicación, se cuida mucho la imagen física. Además, las personas sabemos que tal y como nos vestimos, nos peinamos, tal y como tratamos nuestro cuerpo de manera visible, así daremos una imagen de nosotros que nos conviene y que es la que queremos transmitir. Pues bien, el hablar es exactamente lo mismo.

 

Por supuesto, la primera impresión de una persona es la visual. Incluso en una reunión aunque alguien no diga nada, por sus gestos y por su aspecto físico, los demás ya se hacen una idea de quién pueda ser o de cómo pueda ser esa persona. Pero cuando esa persona empieza a hablar, el modo en que habla lo define de manera extraordinaria.

 

Define su talante, define su cultura, define su educación, su cortesía o, en el caso contrario, aspectos muy negativos. De manera que, si procuramos ir limpios, aseados, bien arreglados conforme a nuestro estilo, también conviene que procuremos hablar bien, conforme también a nuestro propio estilo.

 

En este sentido, por supuesto yo no creo que haya un patrón único, que todos tengan que vestir igual y que todos tengan que hablar igual, pero lo que sí creo que en una cosa y en otra, tal y como nos vestimos y tal como nos presentamos, y tal y como hablamos, así vamos a ser considerados por los demás.

 

Cuando decimos palabrotas, ¿estamos descuidando la lengua?

 

Yo no soy partidario de que usemos profusamente las palabrotas. Sin embargo, lo que llamamos palabrotas, en algunos casos es oportuno utilizarlas, en determinadas situaciones, pero por supuesto tienen que ser situaciones excepcionales. Yo no soy un enemigo por sistema de lo que llamamos palabrotas porque esas palabrotas tienen su función, existen. Lo que es fundamental es saber en qué medida hay que usarlas, con qué frecuencia y en qué situaciones.

 

Otra cosa distinta es que a veces encontramos personas que utilizan palabrotas como comodines, como muletillas, es decir, palabras que no tienen significado, que no tienen un sentido matizado, y que, sin embargo, anulan la búsqueda de otras palabras para designar lo que nos pasa.

 

¿Cómo se decide que una palabra entra en el diccionario?

 

La Real Academia Española lleva 300 años haciendo el Diccionario de la Lengua Española, que es el diccionario más importante para nuestro idioma y que además es el diccionario de referencia de todos los países que hablamos español, máxime ahora que hace ya bastantes años lo ofrecemos en Internet y tiene una media de consultas mensuales de unos 60 millones procedentes de todo el mundo.

 

Hay que matizar algunos errores que se pueden cometer a la hora de valorar lo qué es el Diccionario de la Lengua Española. En primer lugar, el Diccionario de la Lengua Española no contiene el conjunto de los términos de la Lengua Española, ¿por qué? Porque el diccionario tiene una determinada extensión.

 

La edición última, que es la vigesimotercera, que se publicó en el año 2014, tiene 93.000 palabras y 200.000 acepciones. Cada palabra puede significar varias cosas y eso el diccionario lo recoge y eso es lo que llamamos acepciones. Hemos incrementado el número de palabras en relación a la edición anterior y no digamos en relación al primer diccionario del siglo XVIII, que tenía un tercio de palabras que ahora tenemos.

 

Pero en esas 93.000 palabras no están todas las palabras de la lengua, hay muchas más, lo que ocurre es que hay que hacer una selección. Hay que hacer una selección en base a dos criterios: la intensidad, la frecuencia en el uso de la palabra, y luego también la dispersión. Porque como el español es una lengua hablada por 550 millones de personas en cuatro continentes, en Europa, en Asia, en África y en América, hay que incluir aquellas palabras que tienen un uso mayor para el conjunto de los hispanohablantes.

 

Lo que hace la Academia en colaboración el resto de 22 academias de la Lengua Española que existen. Hay Academias de la Lengua Española en Filipinas, en África -en Guinea Ecuatorial-, y luego en América en todos los países menos Canadá, incluso en Estados Unidos hay una Academia Norteamericana de la Lengua Española.

 

La Academia nuestra, que fue la primera, trabaja con ellas y continuamente, mediante una gran base de datos que incrementamos todos los años con 25 millones de ejemplos de uso de las palabras del español, todos los años revisamos el diccionario para ver qué palabras que no están deben estar, incluso qué palabras están y deben salir porque ya han perdido el uso y cuando salen le dejan espacio a otra y eso se hace por lo tanto mediante un trabajo científico, de campo, conseguir esas bases de datos y luego mediante la discusión dentro seno de la Academia y mediante la consulta entre todas las academias.

 

¿Recuerda alguna palabra que causase un gran debate y que finalmente haya entrado en el diccionario?

 

En general hay mucho debate con términos que tienen que ver con la tecnología, especialmente con el mundo digital e informático. Pero hace poco tuvimos mucho debate por una palabra que ya estaba circulando en inglés “postruth” y que nosotros al final hemos puesto en el diccionario con la forma “posverdad”, que es simplemente un fenómeno que se está dando ahora con mucha intensidad que es la presentación de noticias que son absolutamente falsas como si fuesen verdaderas con el propósito de engañar o en otros casos por una tergiversación curiosa que es la de pensar que la verdad no es algo objetivo, sino que es algo totalmente subjetivo, que es verdadero lo que uno cree que es verdadero y sabemos que eso no es así.

 

Pues con “posverdad” hubo mucho debate y está en el diccionario. Luego también, a veces, lo hay con acepciones, es decir, con palabras que ya están en el diccionario pero que de repente empiezan a significar algo nuevo, que antes no significaba. Quizás el ejemplo más interesante al respecto es de la palabra matrimonio. Matrimonio era una institución legal y social definida tradicionalmente como la relación formalizada entre un hombre y una mujer y, sin embargo, la evolución de la sociedad ha llevado a que hoy en día también se recoja la acepción de matrimonio como la unión entre dos personas del mismo sexo.

 

Si algún niño o niña que nos esté escuchando se pregunta qué hay que hacer para ser presidente de la Real Academia de la Lengua Española, además de hablar bien…

 

Es claro en mi opinión que hay que tener mucho interés mucho interés y mucha dedicación a ella, estudiándola, escribiéndola. En la Academia hay muchos escritores, que claro, son maestros en el uso del idioma, el idioma es el instrumento con el que trabajan habitualmente para hacer su poesía, su novela, su ensayo o su teatro. Y luego también hay otro grupo muy amplio que somos filólogos, somos estudiosos de la lengua y la literatura, profesionales por lo tanto de ello y que nos hemos dedicado toda la vida a esto. Y luego, sinceramente, yo creo que es fundamental tener suerte.

 

Yo por suerte entiendo oportunidad, es decir, estar en el lugar oportuno en el momento oportuno. Porque yo lo tengo muy claro: académicos somos 46 en España y España tiene 47 millones de hablantes, de habitantes, venimos a salir a una ratio de un sillón de académico por un millón de personas, lo cual quiere decir que en ese millón de personas hay muchísimas que tienen méritos para ser académicos y, sin embargo, solo uno va a serlo y ahí viene ese factor suerte que digo de estar en el lugar oportuno en el momento oportuno.

 

¿Nos podría decir una palabra que a usted le guste y que esté cayendo en desuso?

 

Me preguntan con frecuencia cuál es la palabra del español que más me gusta. A mí me gustan todas. Yo soy un filólogo y filólogo significa “el amante de la palabra”, por lo tanto, incluso los tacos, a mí como filólogo también me gustan porque a veces suenan bien desde el punto de vista musical y a veces sirven para expresar correctamente y de manera puntual algo que ahí está y que tenemos que expresar.

 

Dicho esto, yo siempre respondo que la palabra que más me gusta del español es la palabra “alba”. No sé si está en desuso, probablemente sí porque si se trata de referirse al comienzo del día se utiliza más el término “aurora” que “alba”. También es un adjetivo que significa “lo blanco”. Es un poco, digamos, “pedante” utilizar “albo” en vez de “blanco”. Y el color blanco, en nuestra cultura, tiene un significado muy positivo. Lo blanco es lo limpio, es lo inocente, es lo puro. Y luego es un nombre de mujer.

 

Hay otras palabras que están claramente en desuso y que a mí me gustan mucho. Yo procuro utilizarlas porque la mejor manera de que una palabra no decaiga es utilizarla en los textos y a mí me gusta mucho la palabra “menoscabo” y el verbo “menoscabar”, que consiste en quitarle valor o importancia a alguien o a algo. Yo procuro usarla siempre que viene a cuento aunque me temo que no está demasiado viva en este momento.

 



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